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Cambios.

 Ana Álvarez.

 

FIRMAS

En muchos sentidos, nuestra vida está llena de cambios. Los hay más grandes, como comprometerse con tu pareja o tener un hijo, y algunos otros más pequeños, como el simple hecho de comprarse un coche nuevo. Y cada uno de estos cambios nos afecta. De maneras distintas, sí, pero todos nos afectan. 

 

Cuando somos pequeños apenas los notamos, no ocupan los primeros lugares en la lista de nuestras preocupaciones, pero es ahora cuando nosotros, los chicos de quince o dieciséis años, comenzamos a darnos cuenta de que estos cambios están sucediendo poco a poco, y de que muchos más vendrán. Sin ir más lejos, yo misma he comenzado a notarlos: no hay día en el que alguno de mis profesores no me pregunte qué rama quiero seguir en los próximos cursos, o en el que no me recuerden que en un par de años ya estaré preparándome para la selectividad. Y no solo en el ámbito escolar; el trato que tenemos con los adultos o la libertad de la que disponemos. 

 

Nada es como los años anteriores, porque el simple hecho de saber que algo va a terminar  te hace ver las cosas de un modo distinto, vivirlas de otra manera y, a veces, disfrutarlas un poquito menos. 

 

Antes de que nos demos cuenta estaremos lejos de donde nos encontramos ahora, y eso significa que tendremos que comenzar de cero. Comenzar de cero a crearnos un lugar donde podamos sentirnos como nos sentimos aquí, lidiando también con las decisiones que tendremos que tomar que determinarán nuestro futuro y para las cuales muchos de nosotros no estamos listos. Nos intentan preparar para comenzar a ser adultos, pero en el fondo nosotros no somos más que niños mayores que intentan disfrutar de las pocas ventajas que les quedan de la niñez, ignorando, casi involuntariamente, los cambios inminentes.

 

Porque estos cambios dan miedo. “¿Miedo? Qué estupidez” pueden pensar algunos. Pero la verdad es que hemos llegado a acostumbrarnos tanto a donde estamos ahora, a nuestras clases, profesores y compañeros e incluso a nuestra rutina que nos aterra dejarlos. Y, ¿quién sabe lo que nos espera fuera? Desde luego, nosotros no. 

 

Pero tenemos que ser optimistas y aceptar que los cambios ocurren, y que a veces no son tan malos como parecen. Hay que saber ver el lado bueno de las cosas y no temer lo nuevo. Porque, como los finales, los cambios son inevitables. Y lo único predecible de la vida es que es impredecible.

Foto: eclecticsheep.

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